Si simplemente consideramos el evangelio en términos de nuestro pecado y nuestra vida espiritual con Dios, nunca nos pararemos a pensar que nuestra lucha puede ser un síntoma de vergüenza y no un resultado de nuestro propio pecado, sino del pecado cometido contra nosotros. Tenemos que llegar a la raíz del asunto y descubrir la verdad de por qué luchamos con los comportamientos y adicciones no deseados que tenemos. Es la única manera de encontrar verdadera libertad.