Había un hombre que había sido discapacitado durante 38 años. Había un estanque en Jerusalén que se llamaba Betesda, y aparentemente de vez en cuando las aguas del estanque se agitaban y la primera persona discapacitada que entrara al estanque en ese momento sería sanada milagrosamente. Los ciegos, los cojos y los paralíticos buscaban sus aguas curativas. Este hombre, que era paralítico, no era capaz de meterse al agua:siempre llegaba alguien al estanque antes que él. No había nadie que le ayudara; nadie se ofrecía a llevarle al agua. Estaba solo.
Jesús vino y vio a este hombre al que nadie había prestado ninguna atención durante 38 años. Le preguntó: “¿quieres ser sano”? Puede que pensemos “¿qué tipo de pregunta es esa? ¿A quién no le gustaría ser sano”? Este hombre le explicó a Jesús que había intentado entrar al agua muchas veces, pero no había nadie para ayudarle y nunca llegaba a tiempo. Entonces Jesús le dijo: “Levántate, toma tu camilla, y anda”. Al instante el hombre quedó sano (Juan 5:1-9).
Otro hombre, Bartimeo, era ciego. Se sentaba junto al camino pidiendo limosna. Cuando escuchó que Jesús estaba cerca, gritó: “Jesús, Hijo de David, ¡ten misericordia de mí!”. En vez de ayudar a Bartimeo, las personas que le rodeaban intentaron callarle, pero él gritó aún más. Entonces Jesús le preguntó: “¿qué quieres que haga por ti?”. Otra vez puede que pensemos “¿por qué hizo Jesús tantas preguntas obvias?”. Bartimeo respondió: “quiero ver”. Jesús le dijo: “vete, tu fe te ha sanado”. En seguida Bartimeo recobró la vista (Marcos 10:46-52).
Hoy Jesús te pregunta a TI: “¿quieres ser sano? ¿Qué quieres que haga por ti?”. ¿Sabes lo que necesitas? ¿Puedes vocalizarlo?
Tal vez has tenido esa necesidad o has estado en esa condición durante muchos años, puede que toda la vida. Quizás has pedido ayuda a otras personas muchas veces. A lo mejor te han ignorado, o incluso han intentado callarte. Quizás has perdido la esperanza; tal vez su ignorancia y el modo en el que te han maltratado han permitido que las mentiras se filtren en tus pensamientos: “no valgo la pena. Mis necesidades no importan. Soy una molestia”. Así que has dejado de pedir ayuda. Has aprendido a sobrevivir por tu cuenta. Te has vuelto un experto en ser independiente.
Pero la verdad es que todavía necesitas algo. Y no es algo que puedas conseguir por tu cuenta.
¿Te permitirás volver a ser vulnerable en lo más profundo de tu ser, aunque duela? ¿Puedes amarte lo suficiente para pedir ayuda? Ahora te hago la pregunta obvia: “¿quieres ser sano?”.
-Katrina