¿Podría imaginarse este hombre que se levantaría siendo cojo pero se acostaría siendo un hombre física, emocional y espiritualmente sano? ¡Seguro que no! Había sido cojo toda su vida; vida…
Jesús vino para ofrecer esperanza. En los Evangelios vemos que Jesús aceptó a todos que se le acercaron. Le vemos extender la mano y tocar a los enfermos, los endemoniados, los afligidos. Sus enfermedades nunca convirtió a Jesús en inmundo, sino que su pureza les hizo limpios, puros, y completos de nuevo. Su inmundicia no era nada en comparación con el poder de Jesús de sanar y restaurar.
Hay creyentes con dolencias que están sufriendo en silencio y aislamiento dentro de la iglesia por temor al rechazo. Sin embargo, Jesús nos muestra con sus palabras y acciones que el mensaje de las buenas nuevas del evangelio es para estas personas: las heridas, atrapadas, aisladas, y las que están sufriendo. Entonces, ¿por qué en la iglesia no hay diferencia con la cultura exterior? ¿Por qué los cristianos continúan luchando tan profundamente y sin esperanza? ¿Por qué están dejando la iglesia? ¿Qué no estamos entendiendo?